Textos breves 2
En esta página pueden encontrar fragmentos del libro de Roxana
"La vuelta al mundo con filosofía" (2016)
10. Palabras filosóficas en japonés
11. El abrazo de dos soldados
12. Cómo acabar con la pobreza
13. ¿Cómo puede ayudarnos Hume a saber si Dios o el puma de Vicente López existen?
14. El último encuentro
15. Ocho conceptos filosóficos chinos
16. Nuestro deporte favorito: el salto a la yugular
17. Parecon. Una organización autogestionaria de la sociedad
18. ¿Para qué sirve la filosofía?
10. Palabras filosóficas en japonés
En Japón el arte del “nemawashi” reside en convencer evitando el enfrentamiento. Se transmite una idea, y se le da tiempo al otro para que eche raíz en su forma de pensar, sin esperar una conformidad inmediata.
La palabra proviene de la jardinería. Antiguamente era utilizada por los campesinos cuando tenían que hacer algún trasplante: el significado literal es “revolver las raíces, cavar alrededor de las raíces del árbol”. Plantar y esperar. Transmitir una idea y darle tiempo al interlocutor para que la digiera. No exigir un asentimiento inmediato.
Otra palabra japonesa con gran contenido filosófico es “yasashii”. Significa ser gentil, tierno, cuidadoso, considerado y proclive a dar. Cuando les preguntan cuál es la virtud que más valoran en una potencial pareja, hombres y mujeres responden “yasashii”. También se aplica a lo inanimado: un shampoo puede ser yasashii para la mirada o el medio ambiente.
El amor japonés por la ambigüedad tiene mucho que ver con el interés por el yasashii. Una comunicación demasiado explícita y directa puede parecer hostil, y eso es muy anti-yasashii. Si uno se comporta de modo yasashii, suele inclinarse por dejar algunas cosas sin decir, de manera gentilmente enigmática.
Esto se vincula con otro valor básico de la cultura japonesa, el “omoiyari”, que la antropóloga japonesa Takie Sugiyama Lebra traduce como empatía. Gracias al omoiyari no debería ser necesario manifestar explícitamente las propias intenciones: cada uno percibiría por intuición lo que el otro quiere decir. Es usual que los japoneses dejen las frases inconclusas, en vez de completarlas, porque aprenden que es inadecuado expresar una idea sin saber cómo será recibida. Este estilo contrasta con la suposición occidental de que lo mejor es decir las cosas directamente. En Japón se estima lo indirecto, lo implícito, lo sutil y lo no verbal, confiando en que la empatía de quien escucha aportará el significado. Creen que solo una persona tosca e insensible necesita un mensaje directo y completo.
Como los japoneses aprenden a hablar en estilo indirecto, lo asocian con la madurez y el poder. En Occidente las mujeres tienden a pedir de un modo indirecto, y presumiblemente esta sería una de las razones por las que aún ocupan pocos cargos de poder. Cuando dan órdenes directas suelen ser juzgadas negativamente.
Robin Lakoff es uno de los primeros lingüistas que escribió sobre el estilo indirecto, y sostuvo que tiene dos beneficios. El primero es la defensa, que es la posibilidad de negar lo que se dijo o modificarlo si no se encuentra una respuesta positiva. El segundo es la simpatía, ya que resulta agradable la experiencia de conseguir lo que se deseaba sin haberlo exigido. Tengamos en cuenta sus límites: vivir pretendiendo que los demás adivinen qué es lo que precisamos puede depararnos no pocos sinsabores.
Los japoneses nunca adquirieron la costumbre occidental de discutir. Puede que el disenso fuera demasiado descortés o arriesgado en una sociedad feudal. O que el respeto mutuo y salvar las “apariencias” fueran considerados demasiado importantes como para permitirse el ataque a un argumento. O que la cultura japonesa no esté basada en el ego, como la occidental. A nosotros nos parece extraño que no discutan. A ellos les parece extraño que a nosotros nos guste tanto discutir.
En una reunión de estilo occidental, los participantes en muchos casos se sientan teniendo de antemano la conclusión que quieren que los demás acepten. El encuentro consiste, por tanto, en discutir los diferentes puntos de vista para ver cuál sobrevive a las críticas y cuál obtiene más adhesiones.
Los japoneses tienen el concepto de “enryo”, la auto-restricción requerida para evitar el desacuerdo con opiniones que la mayoría parece sostener. Las normas niponas para hablar prescriben que se evite el conflicto, que se mantenga la armonía y que casi nadie diga “no” en público. El escritor Keiko Ueda escribió un artículo titulado “Dieciséis maneras de evitar decir ´no´ en Japón”. Entre ellas cabe destacar el silencio, la ambigüedad, las expresiones de disculpa, el pesar, la duda y hasta la mentira y el equívoco. Se usa el “no” en el hogar, pero rara vez en público.
La lingüista Patricia Clancy grabó conversaciones entre madres japonesas y sus hijos de dos años y notó que rara vez rechazaban sus peticiones con un rotundo “no”. En cambio podían demorarse, prometer satisfacerlos más adelante, distraerlos, sugerir otra cosa o hacer preguntas sobre lo pedido. Por ejemplo, el niño quiere un caramelo y la madre le dice: ¿No comiste muchos caramelos esta mañana? Negarse simplemente diciendo “No” rebajaría a la madre al nivel de su hijo de dos años, haciéndola parecer egoísta e infantil. Esto reduciría el diálogo a una guerra de voluntades, poniendo a la madre en conflicto directo con el hijo. Por contraste, dar motivos para la negativa pone a la madre en situación de superioridad y ayuda a mitigar el conflicto. El contraste con Occidente es grande. Los norteamericanos creen que hablar de manera indirecta denota inseguridad y falta de poder. Los japoneses suponen que hablar directamente significa perder estatus. La madre norteamericana cree tener más autoridad cuando dice “Porque lo digo yo”, mientras la japonesa cree tener más autoridad cuando se abstiene de decir “no” y da sus razones.
El discurso indirecto es en efecto una de las formas de negociar el conflicto con cortesía. Una manera muy utilizada para suavizar las críticas es hacerlas con rodeos o intentos de suavizar. ¿Es hipocresía? No, es tacto, cortesía, es tener en cuenta no solo nuestros sentimientos y pensamientos sino cómo pueden caerle a los demás. En cierto sentido las críticas o el disenso suelen tener algo de doloroso. Si es mejor hacer una crítica directa o atemperarla para no parecer demasiado duro, es también cuestión de convenciones.
El peligro del estilo indirecto es el malentendido o la acción de salvar las apariencias más allá de un límite razonable. El peligro del estilo directo es la posibilidad de promover el conflicto innecesario en lugar de cultivar la armonía y el respeto por las diferencias.
11. El abrazo de dos soldados
Aquel 27 de mayo de 1982 Wilkinson abrió fuego contra el avión de combate argentino Skyhawk. Durante años vio la imagen del aeroplano abatido dejando un reguero de humo al desaparecer de su vista. Antes de dormirse, al despertarse, en el rostro de sus hijos, en los semáforos, en una puesta de sol. Una y otra vez el avión se convertía en humo y veía destrozarse el rostro de un hombre al que jamás había visto ni vería. La guerra es una masacre entre desconocidos.
Las horas de descanso también eran bélicas. Noche a noche veía la misma película que paradójicamente sentía el honor y el horror de haber protagonizado. El aeroplano abatido dejaba un reguero de humo y un hombre al que jamás había visto moría.
Durante treinta años Wilkinson derribó el mismo avión y mató al mismo hombre. Alguna vez pensó que solo dejaría de matar a ese desconocido si daba muerte al perverso guionista. Pero desistió al recordar a los 264 ex combatientes ingleses que ya se habían suicidado, ocho más que los muertos de las fuerzas armadas de su país durante la guerra de Malvinas.
En 2007 Wilkinson vio un documental en el que el argentino Marcelo Velasco revivía el momento en que su HMX Coventry fue alcanzado por un ataque, forzándolo a tirarse en paracaídas y a caminar 16 kilómetros con una herida en el tobillo, hasta encontrar una granja desierta donde recibió ayuda. “Sabía que era él”, dijo Wilkinson. Los datos coincidían y la descripción de Velasco era la misma que se repetía a sí mismo desde hacía treinta años. La única diferencia era que ese hombre no había muerto. Vivía en Villa de Las Rosas, al sudoeste de Córdoba capital.
Durante cinco años se escribieron. Como enemigos no precisaron conocerse. Tampoco para transformarse en buenos amigos.
En noviembre de 2012, treinta años después de la guerra de Malvinas, Wilkinson volvió al lugar donde derribó al avión argentino y desde allí viajó a Córdoba para estrecharse en un abrazo interminable con Velasco.
En la guerra nunca se mata una sola vez. Triunfar en el campo de batalla es la derrota de la memoria.
Esta única razón bastaría la mayor parte de las veces para condenar el crimen de la guerra, ese momento en que el Estado no castiga a los asesinos sino que los honra.
12. Cómo acabar con la pobreza
Los daneses cuentan con un seguro de desempleo que nunca cesa si el ciudadano certifica que buscó trabajo y no lo consiguió, y con oficinas públicas que ofrecen cursos de “rehabilitación vocacional” y ayudan a conseguir un nuevo empleo. Sistemas muy similares funcionan en gran cantidad de países de todo el mundo que han diminuido sustantivamente la pobreza. Es el caso de los escandinavos, de Alemania, Bélgica, Holanda, Suiza e Israel, entre otros.
En todos los casos el desempleado debe concurrir regularmente a la Oficina Nacional de Empleo Público (en Suecia hay 320 sucursales en todo el país y dependen del Parlamento) para certificar su búsqueda de trabajo y su disposición a emplearse si lo que se le ofrece resulta acorde a su experiencia. Cada mes estas oficinas son visitadas por 1,7 millones de personas. En Alemania el primer seguro de desempleo dura dos años, pero si aún no se obtuvo trabajo, se estudia caso por caso y el Estado contribuye a sostener bienes mínimos, si es necesario. Puede pagar el alquiler, o gastos mínimos de supervivencia. Si el desempleado tiene otros recursos o si su esposa trabaja, el seguro de desempleo cesa, del mismo modo en que se termina si durante ese periodo realiza mejoras en su casa.
Este año Finlandia ensayará otro sistema, que es el de otorgar a todo ciudadano una renta universal de 800 euros por mes, pero esto implicará que el Estado ya no ofrecerá los beneficios sociales que estuvieron a su cargo (salud, régimen previsional, etc). En Suiza este año habrá un referendum para determinar si se implementa un ingreso o renta básica universal y en Utrecht, en los Países Bajos, se está realizando un experimento por el que se otorga una renta básica de 900 euros por mes a 300 ciudadanos que pueden o no tener trabajo, sin ninguna contraprestación a cambio.
¿De qué forma se mantiene este sistema? Trabajadores y empleadores realizan sus contribuciones, y el Estado asigna un porcentaje de su PBI (en Dinamarca representa solo un 4,4% del total). Se podrá aducir que se trata de países menos poblados que Argentina, pero Alemania nos duplica en población y tiene un sistema similar. Se podrá argumentar que estas medidas promoverían la vagancia, pero un informe del Banco Mundial evidencia que la Asignación por Hijo no desincentivó el trabajo en la Argentina.
El paso siguiente que debemos dar para acabar con la pobreza es articular un sistema de Oficinas Nacionales de Empleo Público que ayuden a conseguir trabajo y a capacitar, junto con un seguro de desempleo que no cese nunca y garantice bienes mínimos si la persona certifica que no consiguió trabajo. Es la única forma en que la mayoría de los países disminuyeron sustantivamente la pobreza. Los daneses no focalizan su interés en el trabajo sino en el trabajador, y lo resumen en una expresión: “jantelov” o “Jante Law”, que refiere a la idea de ayuda mutua y significa “nadie es mejor que otro”.
13. ¿Cómo puede ayudarnos Hume a saber si Dios o el puma de Vicente López existen?
En febrero de 2012 los medios de difusión comunicaron la presunta aparición de un puma en el barrio de Vicente López. Los vecinos se recluían en sus casas por miedo a que el animal los atacara por sorpresa. ¿Qué evidencias se ofrecieron a favor y en contra de la existencia del puma? Los medios señalaron que “una mujer aseguró que vio al puma trepado a un árbol de la casa de un vecino”. En la televisión la mujer declaró que en realidad lo que divisó fueron dos ojos en un árbol, “más separados que lo normal”, y luego oyó un grito. Sostuvo que siete personas habían visto al puma, pero ninguna de ellas dio su testimonio en los medios. Habló de la aparición de marcas de garras en algunas paredes, y contó que aparecieron gatos y palomas muertas. También mencionó a un vecino que años atrás habría criado animales salvajes.
Los artículos periodísticos y la televisión mostraron fotos de pumas, pero ninguno era el puma de Vicente López. Como las consecuencias de la aparición de un puma podrían ser peores que las de su inexistencia, el secretario de Seguridad ordenó revisar las imágenes de las cámaras instaladas en las calles. La Dirección de Zoonosis, por su parte, instaló jaulas con carne como señuelo.
Los medios no entrevistaron a especialistas en el tema que pudieran analizar las evidencias presentadas. La excepción fue un sitio de internet de escasa difusión, que formuló algunas preguntas al curador general del bioparque Temaikén. El veterinario expresó sus dudas sobre la presunta existencia del puma. En condiciones normales, señaló, el animal suele “afilarse las garras en los árboles para marcar su territorio, pero las marcas nunca son muy visibles, y definitivamente no las deja en las paredes”. Agregó también que sería muy raro que se pueda esconder en una zona tan poblada. En un sitio de internet una persona dejó otro comentario escéptico: “Es raro que un felino mate a una paloma y la deje sin comer”.
Los medios subrayaron el miedo de los vecinos y los peligros que podrían correr los niños. Se embarcaron en especulaciones interminables sobre el supuesto comportamiento del puma, y contaron que una mujer suspendió la fiesta de cumpleaños de su hijo por miedo a que el puma entrara en su jardín y atacara a los niños.
De acuerdo a lo planteado, ¿tenemos buenas razones para creer que hubo un puma merodeando el barrio de Vicente López? En el artículo anterior mencionamos la guía que proponía Hume para aceptar o rechazar opiniones. A su entender la solución es preguntar al proponente: ¿qué argumentos puede ofrecerme para afirmar que es más racional creer lo que usted me dice, en lugar de suponer que se equivoca, o me engaña, o ha sido engañado? Por ejemplo, si nunca hemos visto un milagro (es la situación más común) y solo lo conocemos indirectamente (porque, por ejemplo, de él habla la Biblia), ¿es razonable creer en él? Podemos formular la misma pregunta en relación al puma. Si nunca lo hemos visto y solo lo conocemos indirectamente (porque una vecina entrevistada por los medios nos habla de él), ¿es razonable creer que existe? Hume responde que no, dado que hay otras hipótesis más plausibles: sabemos por experiencia personal que se generan ilusiones, errores y engaños en los relatos de terceros, mientras que no tenemos ninguna experiencia personal de un milagro. En consecuencia, es más racional creer que el relato de un hecho implausible se explica por engaño o error, en lugar de aceptar que el milagro realmente ocurrió. Nuevamente el fenómeno que es necesario explicar no es el milagro, sino el relato del milagro. Y la hipótesis más plausible es que quienes afirman el milagro se equivoquen, o pretendan engañar, o hayan sido engañados por otras personas.
De manera análoga, el fenómeno que era necesario explicar no era la existencia del puma en Vicente López, sino el relato de la existencia del puma en Vicente López. Porque el relato de los medios se impone a través de diversos mecanismos: la repetición, el atractivo de lo novedoso, la aparición de un tema acerca del cual es posible conversar, el miedo, la posibilidad de vender una noticia, los chistes que suscita la idea de un puma circulando por un barrio , el resentimiento social (en un foro alguien escribió: “Si encuentran realmente a ese puma que se coma a los chetos de la zona norte”), la adopción de diversos formatos (fotos de pumas, relatos televisivos de vecinos, reportajes).
Del mismo modo, nuestra cultura nos ha presentado la existencia de Dios bajo diversos formatos (el musical, el arquitectónico, el pictórico, el literario, etc.), lo que vuelve mucho más persuasiva la hipótesis religiosa. El ateísmo carece de esta variedad —solo presenta razones— y de la resonancia emocional que suscita una música religiosa: no tiene arte, arquitectura ni rituales que congreguen a sus adeptos.
Si cuando éramos niños nuestros padres hubiesen afirmado que el puma del que hablamos más arriba merodeaba el barrio de Vicente López, probablemente nosotros habríamos adoptado la misma creencia, del mismo modo que la mayoría de las personas adoptan la religión que se profesa en su hogar de origen. Pero si en algún momento deseamos averiguar si esa creencia es adecuada, podemos considerar los siguientes argumentos, que también sirven para evaluar la existencia de Dios.
Argumento de la carga de la prueba: no hay forma de probar la inexistencia de algo, mientras que sí hay forma de probar su existencia, por tanto es lógico que la carga de la prueba caiga en el proponente de la existencia de Dios o del puma de Vicente López.
Argumento de la falta de evidencia: si la hipótesis X es cierta, es esperable la evidencia Y. Si no puede hallarse la evidencia Y en un tiempo razonable, es sensato concluir que la hipótesis X probablemente (dentro de un margen de duda razonable) no sea cierta. Por ejemplo, si buscamos petróleo en una zona, durante muchos años y en forma infructuosa, no sería razonable seguir sosteniendo que hay petróleo allí: mejor sería sostener que “probablemente no haya, aunque podemos equivocarnos”. Lo mismo podríamos predicar de Dios o del puma de Vicente López.
Argumento contra la credibilidad de las fuentes: las vías por las cuales nos enteramos de la existencia del Dios judeocristiano (la Biblia y otros textos religiosos) suelen abundar en historias implausibles, contradictorias, metafóricas, o manifiestamente falsas. Del mismo modo, los medios por los que nos enteramos de la supuesta existencia de un puma en Vicente López a menudo publican cosas que no son ciertas. ¿Por qué habríamos de dar crédito a esas fuentes? Y si no son fiables y nuestra experiencia no nos ofrece evidencias, ¿por qué habríamos de creerlo?
Argumento de la ilusión deseable: cuanto más deseable es una creencia, tanto más en guardia debemos estar en torno a la posibilidad de un autoengaño. Dios se adecua tan bien a nuestros mayores deseos (es garante de que sobreviviremos a la muerte y de que nuestra vida tiene sentido) que es lógico sospechar que ha sido inventado para satisfacerlos. Lo mismo podría decirse del miedo. Cuando algo no se adecua a nuestros temores previos, es lógico sospechar que tal vez se trate de una falsa alarma que surge a partir de una distorsión que crean nuestras emociones.
Descartes pretendió probar la existencia de Dios con el siguiente argumento, palabras más, palabras menos: “Dios es todopoderoso, por tanto, no le puede faltar el rasgo de la existencia”. De este modo, no distingue a Dios de la idea de Dios. Algo así como suponer que pensar en tener una noche ardiente con Scarlett Johansson equivale a haber pasado una noche ardiente con Scarlett Johansson. Lo mismo cabe decir del puma de Vicente López. Podemos creer que nos persigue cuando en realidad solo nos acosan nuestros propios pensamientos.
14. El último encuentro
Pudo haber sido un buen cuento. Un hombre se entera de que su amigo tiene cáncer y viaja desde lejos para ofrecerle consuelo y compañía.
Pasa el fin de semana con él, recuerdan viejos tiempos.
Cantan, tocan el piano y la guitarra, ríen y charlan hasta caer rendidos de cansancio.
De vuelta por la ruta, se siente reconfortado por el encuentro. Teme no volver a ver a su amigo nunca más. Maldice a la muerte, que nos roba a los seres queridos.
Justo cuando lo perturba sentirse afortunado porque aún no le llegó la hora, le falta el aire, se marea, transpira y siente una aguda opresión en el pecho.
El hombre muere.
Fue a consolar, pero el consolado fue él.
Cuanto más nos creemos a salvo, menos prevenidos nos encuentra la muerte.
(A partir de la noticia de que el pianista Diego Rapoport murió de un ataque al corazón cuando volvía de estar junto a su amigo, Luis Alberto Spinetta, días después de que se hiciera público que Spinetta tiene cáncer de pulmón)
15. Ocho conceptos filosóficos chinos
1. Sheng: sabio. A lo largo de la historia, China no dejó de participar en acciones bélicas, pero ha premiado muy a menudo los logros intelectuales y la construcción del carácter más que la fuerza física y la acción agresiva. Las distintas artes marciales que hoy se practican en todo el mundo no fueron creadas por soldados sino por sacerdotes budistas. No les estaba permitido portar armas, pero como a menudo padecían agresiones, desarrollaron formas de defensa observando a las víboras, a los tigres y a otros animales, identificando los puntos más sensibles del cuerpo para neutralizar el ataque, minimizando la violencia. En lugar de tratar de convencer al resto del mundo de que profese su religión, China enfatizó la autodisciplina y la armonía con el resto del universo. A grandes rasgos, podría decirse que los chinos cifraron en el conocimiento y en la sabiduría las bases de su cultura, adoptando como modelo a los considerados sabios y no a los militares.
2. Guan: tomarse un tiempo para entender la naturaleza de las cosas y luego decidir.
3. Gon Wei: decirle algo positivo al otro para hacerlo sentir bien (gesto importante en una cultura colectivista en la que la supervivencia requiere mantener un buen trato con los demás). El cumplido es una habilidad que muchos occidentales desprecian y no saben cultivar, aunque su bienestar también depende en una medida considerable de las relaciones interpersonales.
4. Ge: conservar el equilibrio en medio de los cambios. Los primeros filósofos chinos advirtieron que el cambio es constante en el universo. Lo que permanece siempre igual se estanca.
5. Daogian : pedir disculpas. En los países asiáticos se pide disculpas en situaciones menores en las que un occidental no se excusaría. Negar una disculpa cuando corresponde es considerado una actitud agresiva.
6. Cheng: lazos con los demás. Lealtad con los amigos y la familia. Se mantienen, entre otras cosas, invitando a comer. En Japón también lo hacen intercambiando muchos regalos.
7. Guanxi: conexiones personales. Se considera que el mérito no es lo que centralmente asigna un lugar en la sociedad. Ese motor es el de las relaciones personales.
8. Guei mei: aceptar lo que no se puede cambiar y no meterse en problemas. Esperar pacientemente hasta que la suerte cambie.
Hoy la sabiduría china peligra. Los más venerados parecen ser los millonarios, razón por la cual hay un renacimiento del budismo, que propone una escala de valores diversa a la que antepone el valor de los bienes materiales. Como en la historia del rey Midas, en el capitalismo (China se declara comunista pero desarrolla esencialmente una economía de mercado) el dinero tiene la capacidad de pervertir todo lo que toca. Desde que el sucesor de Mao, Deng Xiaoping, visitó Hong Kong en 1976 y proclamó “Ser rico es glorioso”, lo mejor de la cultura china parece estar en peligro.
16. Nuestro deporte favorito: el salto a la yugular
La democracia supone lidiar cooperativamente con el disenso y evitar caer en el nivel más bajo de la discusión, que es el de la disputa personal. Lamentablemente en política nuestro deporte favorito es el salto a la yugular.
En los países latinos se pronuncia esta tendencia a encuadrar la crítica como un cuestionamiento de la persona y no de las ideas. En este contexto cultural es más común que en un diálogo se produzca una escalada de violencia.
Para utilizar una metáfora futbolística, podríamos decir que desviarse de lo que se discute hacia un ataque personal es como patear un penal fuera del arco y en dirección a la cara del defensor del equipo contrario. Como vimos, a este error se lo denomina falacia ad hominem (del latín, literalmente, “contra el hombre”). Implica considerar que el argumento o la acción del interlocutor no es válido por “algo” sobre esa persona o sobre sus presuntos acompañantes, o por un atributo general y despectivo sobre lo que dijo, y no por el argumento en sí. Por ejemplo, si se pretende descalificar las razones por las que se adhiere a una marcha, se dice que asistieron Macri, Lanata o Pino Solanas, o que “los manifestantes son destituyentes”.
En 2009, cuando le preguntaron a la entonces presidenta Cristina Kirchner cómo interpretaba la pérdida de votos de su partido en la provincia de Buenos Aires, respondió: “¿Por qué no le preguntan lo mismo a Macri, que perdió la mitad de sus votos en la Capital Federal?” Aun cuando lo que dijo fuera cierto, es un mal razonamiento porque se desvía del tema para atacar a otra persona y porque la verdad o falsedad de una proposición no se derivan del sujeto individual o colectivo que la enuncian ni del paralelo con otro al que le ocurra lo mismo. Personas muy altruistas pueden decir falsedades (sin mentir) y el peor villano puede proclamar una verdad. Stalin sostenía: “Una muerte es una tragedia, millones de muertes son una estadística”, algo parecido a lo que comentó la Madre Teresa: “Si miro a las masas, nunca voy a actuar; si miro a una sola persona, lo haré”.
En un buen debate se elude toda referencia al interlocutor. No solo no se deforma lo que dice sino que se da la mejor versión de sus palabras (principio de caridad), se proporcionan pruebas o evidencias, se abandonan argumentos si se demuestra que no son válidos, no se pretende demostrar algo apelando a una autoridad (falacia ad verecundiam o argumento de autoridad) ni a la opinión de la mayoría, del “pueblo” (falacia ad populum). Persuadir es deseable pero no imprescindible. Aun si las razones del interlocutor no nos convencen, podemos enriquecernos conociendo mejor su perspectiva y la complejidad del problema.
17. Parecon. Una organización autogestionaria de la sociedad
Parecon (Economía Participativa) es un sistema político y económico que propone la toma de decisiones participativa de las distintas organizaciones que conforman una sociedad. Con la moda- lidad de la autogestión, la democracia directa y la organización en consejos, busca alejarse tanto del capitalismo como de la planificación central de los llamados “socialismos realmente existentes”. Fue creada cuando, tras la caída del muro de Berlín, muchos proclamaban el fin de las ideologías y la eternización del capitalismo.
Con el propósito de aprender de los errores del capitalismo y de los “socialismos realmente existentes”, Michael Albert, un politicólogo egresado de la Universidad de Harvard, y Robin Hahnel, un economista egresado del MIT (Massachusetts Institute of Technology), fueron delineando su propuesta y desde entonces han publicado siete libros sobre el tema.
La sociedad en la que vivimos es como una ciudad antigua refaccionada pero con edificios obsoletos que perduran y barreras arquitectónicas de todo tipo. En contraste con este esquema, Parecon propone un modelo racional de sociedad al que pueda llegarse gradualmente, actualizando el proyecto emancipador mediante la pregunta “¿Cómo sería una sociedad sin explotación?”. Algunas de las instituciones propuestas ya existen: es el caso de las cooperativas o de prácticas con elementos autogestionarios como los presupuestos participativos de Porto Alegre y de más de 21 gobiernos municipales de la Argentina (entre otros, Rosario y Morón), que impactan sobre una población global de casi siete millones de habitantes.
Parecon promueve la solidaridad y no la competencia como eje articulador de la sociedad. Cuatro instituciones básicas permiten llevarla a la práctica:
1) Consejos de productores y consumidores. Ambos deciden conjuntamente en función de cómo son afectados por las decisiones. La idea es que dejen de ser enemigos, que su relación no pase ya por sacar la máxima tajada que se pueda del otro. Se trata de evitar dos de los problemas del capitalismo: la escasez de bienes para algunos, y la sobreproducción.
2) Complejos equilibrados de trabajo. Para la supervivencia social aún es necesario llevar a cabo trabajos monótonos, desa- gradables y poco enriquecedores. Estas tareas, además, implican a menudo carecer de todo poder a la hora de la toma de decisiones colectivas. Son las que desarrollan la mayor parte de las personas, mientras una minoría monopoliza los trabajos más creativos. En Parecon todos tienen verdadera oportunidad de desarrollar tareas enriquecedoras, y como contrapartida también deberán realizar alguna de las tareas menos agradables. La propuesta de superar la división entre trabajo manual e intelectual tiene larga data en la historia del pensamiento. El acierto de Parecon es el de puntualizar cómo podría distribuirse el trabajo de esta manera. En la práctica, esto significa que el cirujano, además de operar, deberá, por ejemplo, barrer el piso del hospital, y el que desarrollaba los trabajos de limpieza todo el día en el horario en que el cirujano lo reemplaza, puede utilizar ese tiempo para estudiar, formarse o desarrollar un trabajo más enriquecedor. ¿Significa esto que tendremos cirujanos poco idóneos, o que desaprovecharemos sus capacidades? No, por el contrario, se podrán desarrollar las habilidades de la mayor parte de las personas, que actualmente se abocan a trabajos monótonos y poco enriquecedores. Tener complejos equilibrados de trabajo no va en contra de la productividad ni de la especialización, brinda a todos la oportunidad de desarrollar tareas enriquecedoras y estimulantes.
3) Remuneración acorde al esfuerzo y al sacrificio: En Parecon no se remunera en base a las propiedades o al dinero que uno posea, ni a las ganancias que produzca, ni a su poder, ni a su productividad, ni a su talento. La remuneración se produce en base al esfuerzo y al sacrificio, que se establecen por 1) el tiempo trabajado (valor objetivo) y 2) cuán dura, monótona y con poco poder de decisión sea una tarea. ¿Quién determina cuán duro es un trabajo? El propio consejo de trabajadores (y no una “clase coordinadora”), de acuerdo a las tareas que menos cantidad de personas querrían desarrollar. ¿Por qué no se retribuye la productividad? Porque una persona puede ser más productiva en virtud de que dispone de mejores herramientas, o de más fuerza física, o de mayor talento natural, y no sería equitativo retribuirlas por la suerte de contar con buenas herramientas o por la suerte que le deparó la lotería genética para tener más fuerza física. ¿Por qué no recompensar económicamente al que se esforzó para estudiar una carrera universitaria? Sus ingresos podrían ser mayores mientras estudia, pero una vez que se recibió, si el esfuerzo no es mayor al que se realiza en otro trabajo, no sería equitativo recompensarlo más. Quien estudia una carrera que le gusta, tiene además una recompensa en el placer que le depara el trabajo mismo, además del capital simbólico que implica el prestigio que le da su oficio. ¿Por qué no recompensar económicamente el talento? John Stuart Mill, uno de los padres del liberalismo, dio la respuesta: porque en sí mismo es una recompensa, ¿encima de tener talento quiere ganar más dinero?, sostuvo el filósofo. Agrego otra respuesta posible: porque es más equitativo retribuir el esfuerzo y el sacrificio de las personas que su talento. De modo que en Parecon Maradona y un futbolista no tan bueno pero que se esfuerza tanto como él ganarían lo mismo.
4) Planificación participativa. Parecon se opone tanto a la existencia de una clase propietaria como a la de una clase coordinadora. Esto significa que las instituciones funcionarían con un mínimo de jerarquía y un máximo de transparencia y participación. Se trata de eliminar el secreto en la toma de decisiones económicas y que el poder de cada uno sea proporcional al grado en el que se vea afectado por las medidas.
18. ¿Para qué sirve la filosofía?
¿Recuerdan el antiguo refrán “Tomáte las cosas con filosofía”? En ese contexto la palabra filosofía significa serenidad, sensatez, disposición a no dramatizar las cosas en exceso, a ir un poco más allá de lo que la realidad parece mostrar. Vivir apurado sin saber bien adónde se va es lo contrario de lo que propone la filosofía, que contribuye a la tranquilidad del alma invitándonos a diferenciar los problemas que dependen de nosotros de los que no, y a “no gastar pólvora en chimangos” —como dice el refrán criollo—, concentrándonos en aquello sobre lo cual podemos ejercer influencia. La serenidad no es incompatible con el firme reclamo de justicia, por el contrario, vuelve menos probable que el dolor se convierta en el ejercicio de la ley del Talión.
El camino de la sabiduría es la filosofía en sí misma, no como disciplina académica sino como compañera de vida. Por eso, tal como escribió Epicuro, el que dice que todavía no está listo para la filosofía o que, por el contrario, ya es muy tarde para él, es como aquel que dice que es muy joven o muy viejo para la felicidad.
Tal como señalamos en el comienzo del libro, la filosofía puede ser definida como una práctica que tiene a la razón como medio y al sentido de la vida como fin. A punto de culminar esta vuelta al mundo, sería pertinente recapitular y preguntarnos para qué sirve.
• Para aprender a vivir, y si es posible antes de que sea demasiado tarde. Se ocupa de los interrogantes que nos conciernen a todos, no porque nos interese tal o cual especialidad del conocimiento, sino en lo que toca a nuestro común oficio de vivir como humanos.
• Para pensar mejor: a) buscando hipótesis alternativas, b) no aceptando ninguna sin evidencia suficiente c) evitando las distorsiones propias del pensamiento a través del análisis lógico. Esta práctica nos previene contra el fanatismo y nos vuelve más tolerantes. La filosofía sirve para conocernos y conocer mejor al mundo pero también para reconocer los límites de nuestro conocimiento.
• Para desconfiar de las apariencias (“No todo lo que reluce es oro” dice un refrán popular) y formular preguntas más allá de lo obvio, incluso cuando la mayoría piensa que ya no hay más nada que preguntar. La filosofía cuestiona ideas recibidas y construye visiones del mundo, y sin una visión del mundo sería difícil vivir. Por eso históricamente nace junto con la democracia, porque supone la autonomía de la persona que piensa frente a la idolatría de los poderes establecidos.
• Para crear, testear y clarificar conceptos. (Si dialogamos sobre el amor, conocer qué entiende cada uno por amor. Saber, por ejemplo, que la consternación suma el dolor a la sorpresa, y que cuando cede la sorpresa suele ceder también el dolor). La buena filosofía rechaza el uso único de la intuición para elucidar los conceptos y prefiere, por ejemplo, recurrir a encuestas para saber qué asocian las personas con cada concepto y cómo enfocan determinada cuestión. La buena filosofía se nutre de estudios científicos en lugar de ser meramente especulativa.
• Para reconocer que en la vida todo está sujeto a cambios y que no hay nada que podamos poseer por completo.
• Para reflexionar en torno a cuestiones de valor (éticas) y desarrollar las virtudes, que son el edificio de la ética. Por ejemplo, para aprender a ser valientes (que es la disposición a vencer el miedo y soportar las frustraciones y circunstancias dolorosas), a ser justos y cultivar la templanza (educando nuestro deseo).
• Para concebir formas de organización política que maximicen el bienestar general.
• Para sacar provecho de las circunstancias adversas.
• Para acrecentar nuestra capacidad de resolver problemas.
• Para reconocer que primero somos sujetos sociales, y tan solo luego somos individuos. Nuestros problemas reconocen una matriz común. Podemos filosofar juntos y reconocernos en nuestras fragilidades y en nuestras fortalezas.
La filosofía no es una disciplina meramente teórica y de difícil acceso, destinada a un reducido grupo de especialistas. No consiste en rendir culto a los filósofos célebres ni en escribir en un jeringoso incomprensible. No es en esencia una disciplina académica sino una práctica. Todos somos filósofos porque contamos con una determinada visión del mundo y con creencias básicas sobre nosotros mismos y sobre nuestra experiencia cotidiana. En este sentido la filosofía es una gran maestra de vida, la que nos enseña a sentirnos libres, a ordenar la existencia, a dirigir los actos, a distinguir lo que conviene hacer de lo que no, la que sujeta el volante y nos conduce frente a las incertidumbres y a los cambios de la vida. Vivir sin ella, tal como sugería Descartes, sería lo mismo que mantener los ojos cerrados sin abrirlos jamás.