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Textos de viajes

Los relatos de viaje que pueden encontrar a continuación fueron publicados en el libro "La vuelta al mundo con filosofía" (Ediciones B, 2016)

1. Naxos: no hay mal que por bien no venga

2. Israel: modernidad y tradición

3. Lo peor de los dos mundos

4. Manual del turista perezoso

5. La plaza central de Marrakech, patrimonio de la Humanidad


1. Naxos: no hay mal que por bien no venga

Nunca había oído hablar de Naxos. Viajamos desde Mykonos a Santorini en un ferry que me recordó por qué Ulises no podía regresar a Itaca. Con el vendaval los pasajeros comenzaron a desmayarse mientras mi presión bajaba al último círculo del infierno. Ante la perspectiva de seguir cuatro horas más así, preferimos descender en la siguiente isla y perder la reserva de hotel y el pasaje de vuelta desde Santorini.

Quedamos solos en el pequeño puerto sin saber adónde ir, con valijas demasiado pesadas y nadie cerca a quien pedir información. Un hombre fornido nos ofreció un cuarto en la cima de una montaña. Como no me mostré muy convencida, vino su mujer, aceptamos y nos llevaron en auto hasta la parte trasera de una casa, que estaba emplazada en un laberinto de calles angostas, flanqueadas por paredes blancas, puertas azules y Santa Ritas de un fucsia deslumbrante. Era una vivienda convertida en hotel durante el verano, como tantas de la isla.

La conserje era la abuela de la familia, a la que le resultaba incuestionable que comprenderíamos el griego si lo hablaba lento.

Colmada de flores, como todas las viviendas de Naxos, tenía una terracita con vista al mar, y un cartel con la leyenda “Por favor acuérdese de pagar”. No había una estructura coactiva para que el turista pagara, sino un sistema basado en la confianza.

En Naxos los cajeros automáticos dan a la calle. Nadie teme ser asaltado, ni siquiera cuando camina de noche por las calles más oscuras y alejadas.

A diferencia de Mykonos, la Punta del Este griega, que solo tiene una infraestructura for export de casitas blancas con negocios y autos que atentan contra la vida del turista, Naxos ofrece una arquitectura similar pero con habitantes nativos, casas de puertas abiertas, fuentes con tomates en las terrazas, panaderías con hornos de los de antes, y calles tan angostas que solo entran una mesa de restorán y un peatón.

Es más barata y hermosa que Mykonos y Santorini. Comer bien en un restaurante cuesta muy barato (diez euros un plato de pescado, ensalada y arroz abundante, bebida y pan, que cobran solo si uno lo consume).

Salvo en la costanera y en otras pocas calles, está prohibido el ingreso de autos, motos y bicicletas. Un castillo medieval da testimonio de cinco siglos de dominio veneciano, cuando Naxos fue conocida con nombre italiano: Nasso. Está edificado sobre una columna que provendría de la antigüedad, y tiene un pequeño teatro al aire libre, con vista al mar, en el que ofrecen conciertos y bailes tradicionales.

A quince minutos de caminata desde el centro, se llega a la playa San Jorge. No tiene olas, su puesta de sol es imponente y en sus tabernas se come un pez espada delicioso y muy barato.

Es una lástima descubrir la playa en el atardecer del último día. Aún así, esta isla fue un regalo inesperado, lo mejor del viaje.

De un evento negativo (el mareo en el ferry) pueden surgir experiencias extraordinarias. “No hay mal que por bien no venga” advierte mi refrán favorito. Recordaré mi viaje a Naxos cuando el pesimismo parezca derrotarme. Todos tenemos un Naxos experando a la vuelta de cada frustración.


2. Israel: modernidad y tradición

Israel, modernidad y tradición En Israel los valores de la sociedad tradicional y los del mundo moderno están en permanente conflicto. Entre los primeros, la identificación del Estado con la religión. Entre los segundos, un Estado de Bienestar sin miseria, con conquistas sociales envidiables y tecnología de punta.

Entre los rasgos propios de la sociedad tradicional, la educación religiosa (el Estado no garantiza el acceso a un panorama general del conocimiento, parcialidad que no promueve la convivencia en la diversidad. El viernes a la noche, que es el equivalente a nuestro sábado, no hay transporte público, ni siquiera para los que no creyentes. Solo existe el casamiento religioso. Se discute si el Estado debe seguir manteniendo a los ortodoxos. No trabajan, se reproducen como conejos y se dedican a orar y a estudiar los textos sagrados. Hay un Ministerio de Asuntos Religiosos que instala templos en los kibutzim, las comunidades agrícolas que tradicionalmente habían sido laicas. Israel es el único país del mundo en el que vi un templo dentro del aeropuerto. También hay uno dentro de la universidad de Tel Aviv. En un comienzo negaron la habilitación, pero como traía buena plata bajo de la manga, finalmente la aceptaron.

En Jerusalén hay más religiosos que en Tel Aviv. Se los ve leyendo la Biblia, orando en la calle o en la mesa de un bar, junto a otras personas que conversan animadamente. En la ciudad vieja conviven cristianos, judíos, árabes y armenios en un espacio muy reducido. En todo el país los carteles están en hebreo, árabe, inglés y ruso. El hebreo y el árabe son las dos lenguas oficiales.

En el barrio de judíos religiosos Mea Shearim hay locales en los que es posible elegir qué persona será objeto de un acto de caridad. Los afiches pegados en las paredes informan sobre los fallecidos en los últimos días. Las religiosas lucen vestidos largos oscuros y zapatos negros, peluca o turbante. A diferencia del resto de los ciudadanos israelíes, los judíos ortodoxos hablan idish en su vida cotidiana y utilizan el hebreo solo para rezar.

La comunidad religiosa más radical de Beit Shemesh promueve la segregación de género en calles, colegios y lugares públicos, hábitos que son repudiados por la mayoría. El propio gobierno califica como “terrorismo” a los ataques violentos de estos grupos extremos. Sin embargo, algunos sugieren que estas expresiones son más toleradas que las acciones violentas que provienen de los palestinos.

Las panaderías y los supermercados ofrecen hacia el fin de semana pan trenza, rogalaj (una factura con chocolate), y predominan la comida árabe y sefaradí (descendientes de los judíos hispano-portugueses). La asquenazi (originada entre los judíos europeos que se asentaron en Europa central y oriental) es muy difícil de encontrar.

Algunas conquistas propias del ideal moderno: en Israel no hay indigencia ni mendigos por las calles; existe una Asignación Universal por Hijo que cobran sin excepción todos los niños. Hay subsidios para los adultos mayores, la mujer divorciada y el niño con problemas físicos o psicológicos. Si lo necesitan, los mayores reciben ayuda en su casa para limpiar, cocinar o hacer las compras. Por lo general esa tarea no está en manos de israelíes sino de tailandesas. Como en otros Estados de Bienestar, los trabajos menos calificados están a cargo de extranjeros, en este caso de palestinos, chinos, tailandeses y judíos etíopes.

Israel es uno de los países del mundo con más premios Nobel per cápita. Desarrolla tecnología de punta en programas de computación (un israelí inventó el pendrive) y en los sistemas de riego por goteo que se utilizan en todo el mundo para ahorrar agua. Las plazas tienen juegos sofisticados y pisos blandos para amortiguar las caídas de los niños.

Los kibutzim constituyeron la parte más progresista del Estado de Israel, fundado en 1948. Fueron (y algunos todavía son) comunidades socialistas, con trabajo rotativo y retribución de acuerdo al esfuerzo. Hoy muchas de estas comunidades han cambiado decisivamente. En lugar de rotar en el desarrollo de los trabajos menos calificados y desagradables, contratan a empleados de afuera del kibutz para que los desarrollen.

Visité a Raquel y Daniel en el kibutz Magal, donde viven en una casa hermosa, con vitrales y objetos que adquirieron en sus viajes por el mundo. Él es músico. En su momento el kibutz aprobó que se dedicara por completo a su profesión fuera de la comunidad. Antes había trabajado recolectando naranjas y luego dedicó los sábados a contribuir con algún trabajo manual a la comunidad. Hoy el 7% de su sueldo va a la caja común, y además paga otros impuestos.

Al que no tiene trabajo el kibutz le ofrece una renta básica de 1500 dólares. En un comienzo en los kibutzim se comía en ámbitos comunitarios. Ahora solo algunos se reúnen en espacios comunes para el almuerzo.

En Israel hay más de 250 kibutzim. A muchos la privatización los salvó de la bancarrota. Otros son ricos y ayudan a los kibutzim más pobres, exportan productos a todo el mundo, o venden terrenos donde construyen casas quienes no forman parte de la comunidad.

Daniel abandonó la música durante dos años para ser Secretario General del kibutz (los cargos administrativos son rotativos). Raquel es actriz y en determinado momento sintió el compromiso ético de trabajar en el área administrativa, y lo hace aún ahora. Hay unos 80 kibutzim que mantienen la modalidad de trabajos manuales rotativos y el estilo tradicional.

En Jerusalén visité el Ramat Rachel, un kibutz que tiene hotel y restaurante. Es célebre porque la mitad de sus integrantes murieron luchando en la guerra por la independencia.

La modernización de Israel adoptó el esquema norteamericano en el desarrollo del transporte. El automóvil es el eje de la movilidad, y calculé que mató a más personas que todas las guerras y los ataques terroristas que se desarrollaron desde la fundación del Estado. Son más de 30.000 muertos, de modo que si el grupo terrorista Hezbollah quisiera matar israelíes le bastaría con financiar la construcción de autopistas. Un domingo a la mañana (es el equivalente a nuestro lunes), día de mucho tránsito, es posible viajar a paso de hombre de una ciudad a la otra. El transporte público no es eficiente. Sin auto particular, no es fácil trasladarse. Los problemas ocasionados por una movilidad no sustentable conviven con una buena educación vial, conductores que detienen el auto cuando pasa el peatón, y un sistema por el cual si las dos personas que van en la parte de adelante del auto no se calzan el cinturón de seguridad, suena una alarma. Si bien en Israel hay numerosos espacios verdes hermosos y muy cuidados, en la calle predominan los autos y no las personas. Hay más shoppings que locales, algo que también disminuye la cantidad de peatones.

Tienen el mismo sistema municipal de bicicletas públicas que en Buenos Aires. Los niños que circulan en bicicleta están obligados a llevar casco, una medida que muchos ciclistas reprueban porque consideran que desalienta el uso de la bicicleta. De más está decir que si el automóvil es el eje del transporte, los ciclistas están en serio peligro.

¿Cuál de los dos ejes predominará en el futuro, el de la sociedad tradicional o el de la modernización? Algunos israelíes sostienen que sin los ultraortodoxos Israel no tiene garantizada su continuidad, por cuanto serían ellos (¡incluso los que están en contra de la existencia del Estado de Israel!) los que garantizarían la diferencia específica (religiosa) que subyace en la constitución del Estado. Pero si pensamos en el judaísmo como una cultura, ese argumento se desvanece. Fundadores del Estado de Israel como Theodor Herzl no eran religiosos. Su objetivo era el de establecer un lugar en el que uno de los pueblos que más padeció la persecusión a lo largo de la historia pudiera vivir en paz. Ese antiguo proyecto (el de la paz) aún permanece inconcluso. El desafío de las generaciones futuras es el de asociarlo con sus avances modernos en términos de equidad y de justicia social.


3. Lo peor de los dos mundos

Hace un mes Zhang Hongbing reveló que durante la Revolución Cultural China su madre fue asesinada después que él mismo la denunció por contrarevolucionaria. Hoy está arrepentido y promueve el caso para que esta catástrofe nunca más vuelva a repetirse.

¿Aprendió China la lección del trágico capítulo de la Revolución Cultural? Al parecer, está lejos de hacerlo. Todavía hay campos de trabajo para disidentes. Meses atrás encerraron durante 18 meses en uno de ellos a Tang Hui, la madre de una adolescente secuestrada y violada tras ser sometida como esclava sexual. En un caso similar al de Marita Verón, la joven tucumana de 23 años, víctima de la trata de personas y la prostitución forzada, la madre denunció connivencia de la policía y fue enviada a un campo de trabajo del que se la liberó gracias a la presión popular expresada en una red social que funciona solo en China, ya que Facebook y Twitter están prohibidos.

Para que no se divulgue información que lo perjudica, el gobierno chino censura en Google las búsquedas que se realicen con el nombre del vicepresidente. El gesto conserva un aire de familia con las iniciativas del emperador chino Shih Huan Ti, que en el siglo IIIAC quemó los libros anteriores a su gobierno porque la oposición los invocaba para alabar a los antiguos gobernantes.

Las calles de China no se diferencian hoy de las de otros países capitalistas. Es uno de los diez mercados de consumo más grandes del mundo y el segundo consumidor de artículos de lujo, por debajo de Japón. Los vendedores se desesperan por obtener dinero a cambio de baratijas, y algunos habitantes de las grandes ciudades revuelven la basura en busca de lo que a los demás ya no les sirve.

Según un estudio del Banco Mundial, en China hay 300 millones de pobres. La reintroducción del sistema de mercado pronunció la desigualdad. Los trabajadores siguen siendo explotados y hay 960.000 millonarios que tienen más de diez millones de yuan cada uno.

China ofrece en la actualidad lo peor de los dos mundos. De los “socialismos realmente existentes”, el miedo a la libertad de pensamiento y la violación de los derechos civiles. De la economía de mercado, la obsesión por el consumo y por las cirugías estéticas, la pobreza y el desorden ecológico, del que el automóvil es uno de los principales responsables. Desdeña así muchos de los ideales de su propia cultura: la humildad, la compasión, la paciencia, la perseverancia, la comprensión, la dignidad y la sabiduría. Una búsqueda que no solo sugiere qué se debería hacer sino también qué se debería ignorar por el propio bien y por el bien de los demás.


4. Manual del turista perezoso

1) Jamás debe tomar un ómnibus para ir a la playa. El ómnibus se inventó para ir a trabajar. O para asistir a la escuela. A la playa no. De modo que si está en Ciudad Paraíso y para visitar la playa de arenas negras debe subirse a un ómnibus, preferirá conocerla en las postales que ofrece el negocio de souvenirs que está a la vuelta de la esquina. Así verá también los lugares que quedan a más de quince cuadras del hotel. En las postales todos los paisajes se ven más lindos que en vivo y en directo. Tampoco es necesario madrugar para contemplar el amanecer sobre el mar, porque en las postales el sol siempre alcanza su momento de máximo esplendor.

2) Jamás madrugará para tomar un tren o un avión. El madrugón se inventó para ir a trabajar. O para asistir a la escuela. Para viajar no. En lugar de madrugar, preferirá cambiar el destino turístico.

3) Jamás se meterá en la pileta o en el mar. El agua siempre está demasiado fría, excepción hecha de las piletas termales, que están demasiado calientes. A lo sumo se refrescará los pies a la orilla del mar, al atardecer. Y siempre se arrepentirá de haberlo hecho, porque sacarse la arena de los dedos para calzarse las zapatillas es una proeza digna de Poseidón.

4) Jamás frecuentará los lugares más afamados de cada circuito turístico. Casi nunca, en realidad. Si visita el palacio del sultán y para ver sus joyas debe hacer tres cuadras de cola bajo la lluvia, aún cuando haya pagado una entrada significativa preferirá huir del palacio y esperar hasta que la lluvia cese para deambular por las calles sin rumbo fijo. Al cabo de una hora se sentará durante toda la tarde a leer en un bar y la pasará mejor que en su derrotero turístico. Luego calculará que pagar la entrada del museo más afamado del lugar le costará el equivalente a dieciséis baclavas, y decidirá emprender una visita (no guiada) a la pastelería.

5) El turista perezoso entiende que el turismo es un emprendimiento agotador, creado a imagen y semejanza del trabajo alienado. Por eso, harto de esperar horas y horas en los aeropuertos para no embarcar en vuelos que se suspenden a último momento, o de viajar toda una noche comprimido en un espacio minúsculo y de formar filas interminables para sellar papeles y pasaportes que rara vez cumplen con los requisitos exigidos por las autoridades, y de ser estafado por taxistas que lo pasean por los sitios más recónditos de la ciudad, dejará de una vez y para siempre de viajar y preferirá leer o conocer el planeta a través de la serie “Españoles por el mundo”, cómodamente sentado con un daikiri frente a su televisor. Es más barato y relajante. Y no produce jet lag.


5. La plaza central de Marrakech, patrimonio de la Humanidad

Caminar por el casco antiguo de Marrakech es como formar parte de una película de época, no solo por las construcciones sino por las personas que circulan por la calle. Hombres con vestidos blancos, mujeres con atuendos largos de colores y pañuelos en la cabeza haciendo juego. Es sentirse parte de “Otello”, de Orson Wells, de “El hombre que sabía demasiado”, de Hitchcock, y de “Alejandro Magno”, todas películas rodadas en la Jeinaa el Fna, la plaza central, que hoy es Patrimonio de la Humanidad. No está cuidado como los cascos antiguos de las ricas ciudades europeas, y aún así es hermoso. El día en que los marroquíes accedan fácilmente a un aire acondicionado, ¿seguirán visitándola? Abdul me cuenta que las mujeres salen después de preparar la cena porque durante el día la casa acumula mucho calor. Nunca van solas, las acompaña otra mujer, o dos que suelen ser vecinas o familiares, o un hijo, o el marido. Llegué a Marrakech un feriado, el último día de Ramadan, y la vista de la célebre plaza me desilusionó. Fue como ver la Plaza Once vacía. Pero al día siguiente comprendí porqué la Unesco le otorgó la célebre distinción. No es, como en otros casos, por la arquitectura, ni por un paisaje, sino por la riqueza humana que por allí transita. El nombre significa “Asamblea de los muertos”, ya que tiempo atrás allí se exhibían las cabezas de los criminales ajusticiados. Como era un día de semana, me sorprendió ver una multitud de paseantes. Había encantadores de serpientes, tatuadores de la palma de la mano, grupos musicales de percusión, hombres vestidos como los tradicionales aguateros, adivinas, juegos de apuestas, tiendas de especias coloridas y aromáticas. Un foco de atención era un hombre que arrastraba a otro que tenía una suela de zapatilla en cada oreja y una soga que recorría todo su cuerpo, especialmente los genitales. Dos niños de unos diez años boxeaban. Uno cobraba por pesar en una de esas viejas balanzas de baño. Al caer la noche aparecieron los vendedores de las hermosas lámparas árabes que llevan una vela adentro, los humeantes puestos de comida, colmados de turistas bebiendo sopa de caracoles pese a que las guías de viaje informan que lavan los platos con el mismo agua durante toda la noche.

La mayor parte de las personas que circulan por la plaza son vecinos. Agosto es temporada baja, por el calor. De noche el clima es muy agradable, no llueve, no hay nubes, y de 14 a 16hs la mayoría de los negocios cierran.

El asedio al turista es constante y muy molesto. Negarse gentilmente a entrar a un puesto de comida puede llevar al joven vendedor a comunicarle al fallido cliente a qué animal le recuerda su cara. No acordar un precio suele implicar que el vendedor se quede profiriendo insultos por lo bajo. Llegar a un acuerdo también, aun cuando el precio sea claro y por escrito. En dos oportunidades acordé precios para sacarme una foto con hombres vestidos con atuendos tradicionales, y luego me persiguiron por toda la plaza para que les pagara una fortuna no acordada. Mi primera experiencia en Marruecos fue del mismo tenor. El taxi que el hotel prometió enviar al aeropuerto falló. Pregunté en el puesto de información cuánto debía pagar (no más de 10 euros, dijeron, ya que no es lejos) y después de acordar el precio con el taxista y de camino al hotel, el hombre reprochó e insultó en francés durante todo el viaje a los gritos, pese a mi silencio, mientras manejaba temerariamente por estrechas callejuelas y escupía sonoramente por la ventana.

Marruecos tiene un 30% de pobreza y un 40% de analfabetismo, en plan de ser reducido ya que ahora casi todos los niños van a la escuela. Vi mendigos que teatralizan su situación en una postura física, y un niño que tiraba de la ropa de una turista para que le diera algo de plata, mientras uno más grande que apareció después le pidió a la misma mujer, provocando el enojo y el llanto del más pequeño.

En Marruecos hay muchos hurtos, pero no es común el robo con violencia. Pueden sustraer una billetera si el peatón se descuida, pero no interceptan por la calle para que se la entreguen.

Los relatos de viajeros españoles enseñan a regatear en los zocos o bazares. Sin regateo, el vendedor se frustra, declaran. Me negué a entrar en el juego, pero un sencillo collar me llevó a renunciar al inquebrantable principio. Según algunos viajeros, hay que ofrecer un quinto de lo que piden, y subir a un tercio del precio original. La primera vez me fue bien, no así la segunda. Siempre soñé con tener una gargantilla marroquí, de esas que son de plata y tienen piedras de colores incrustadas. Por mí podrían ser de hojalata, pero no hay de ese material. Seguí el ritual del regateo y el vendedor apenas bajó el precio. Cuando me fui, pese a mi cortesía, quedó insultando por lo bajo. En otro negocio de las mismas gargantillas, en el que el precio de anclaje inicial fue totalmente distinto por un producto parecido, la experiencia fue idéntica.

El día terminó en el restaurante que la guía de viajes recomendaba como bueno y barato, Chez Chegroumi, desde cuya terraza puede observarse una perspectiva de toda la Jeinaa el Fna. Comí pastila, una masa de hojaldre rellena con pollo con almendras y canela, es dulce y muy rica; tajine de carne, ciruela y cebolla, un plato que viene con un casco cónico en el que se cocina. Lamentablemente era caracú, había más grasa que carne y tuvo sabor a poco. También pedí sopa, ya que los árabes, como los chinos, toman sopa aún en pleno verano. Todo esto, más una botella grande de agua, costó seis euros con cincuenta.

Al salir la plaza estaba en su mejor momento. Se oían tambores con deliciosas síncopas y aromas exquisitos perfumaban el ambiente. Una media luna coronaba la mezquita. Cada una de las cientos de caras con las que me crucé me parecía fascinante. Sentí el roce de los cuerpos como un abrazo multitudinario y lloré de emoción, dichosa de sentir tanta vida concentrada en un solo lugar.


6. La mujer en Marruecos y en otros países musulmanes

¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer? En Marruecos la respuesta es sencilla: no. Está prohibido por ley que una mujer y un hombre que no son familiares caminen juntos. La mujer debe llegar virgen al matrimonio y con frecuencia solo puede salir con un hombre después de comprometerse con él. La ley prohibe a un marroquí (hombre o mujer) compartir una habitación de hotel con un extranjero con el que no está casado. Como señalé anteriormente, las mujeres no se sientan en los bares si no están acompañadas por un hombre y no caminan solas por la calle. Deberíamos ayudar a las marroquíes con una delegación de extranjeras vestidas como locales que se sienten solas en los bares. Es una injusticia que no puedan descansar allí después de una larga caminata.

En Arabia Saudita está prohibido que conduzcan autos y en Irán hombres y mujeres se sientan por separado en los micros, aun cuando sean marido y mujer. La organización palestina Hamás promovió una ley por la que las viudas pierden la custodia de sus hijos varones de 9 años y de sus hijas mujeres de 11 si se vuelven a casar. Las mujeres tienen más dificultades de las muchas que padecen para conseguir trabajo si no usan hijab (el pañuelo en la cabeza) y si no pertenecen a ciertos grupos políticos. Tampoco pueden levantar la voz en lugares públicos ni conducir motos.

El Islam llegó a Marruecos en el año 622, cuando las mujeres eran esclavas al servicio del deseo del varón. Por entonces recibieron tres derechos: 1) vivir 2) ser honradas 3) ser respetadas como madres. Hasta que se declaró la independencia de Francia, en 1956, su vida se desarrolló en el harem, que hoy es minoritario. Luego comenzaron a ir a escuelas que no focalizaban solo en el marco religioso.

Desde 2004 pueden divorciarse, ejercer la patria potestad, recibir la cuota alimentaria, poseer una propiedad o heredarla. Ya hay 30 mujeres en el parlamento, y el panorama promete mejorar.

La violencia de género está a la orden del día. Un punto de inflexión fue en marzo de 2012 el suicidio de Amina Filali, una adolescente marroquí de 16 años. La habían violado y su padre, un trabajador rural con dos esposas (el 40% de los marroquíes vive en el campo), denunció al agresor. Una familia medió y le sugirió al padre de Amina que pidiera la aplicación de una vieja ley que borra la falta si el violador se casa con su víctima. El padre accedió y Amina fue a vivir con la familia de él, que la trataba como una prostituta, propiciadora de la violación. Trató de volver a su casa, pero su padre se negó a recibirla. En marzo de 2012 Amina ingirió veneno para ratas, y cuando Mustafá, su marido, la llevó al hospital, ya era tarde. Hoy es la bandera en la lucha contra la segregación de la mujer, que todavía, aunque por suerte cada vez menos, sigue siendo, tal como sugería John Lennon, el negro del mundo.

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